Alfonso Conde
Las declaraciones y los comentarios públicos de voceros del gobierno y de la derecha extrema ratifican la necesidad de hacer realidad la democracia.
Por un lado el Mintrabajo Rafael Pardo, en respuesta a la periodista María Isabel Rueda, habla de las FARC y “sus organizaciones sociales” (el subrayado es nuestro) que “están presionando por vías que no propiamente convocan al diálogo”, al hacer referencia a “las marchas y los paros” en desarrollo; por otro, aquel Plinio que tal vez siempre actuó como agente de la reacción, menciona “la captura de la protesta social” como “el más inesperado de los instrumentos de poder que hoy tienen las FARC”; remata el timador Londoño, aquel de Invercolsa, que en su afán de oposición a Santos y al proceso de paz y en relación con el paro del Catatumbo habla de “los alfiles que harán y dirán y escribirán lo que los llamados campesinos, secuestradores de la región, dispongan”.
Ellos coinciden en asignar a la estrategia de la guerrilla la organización y coordinación de los múltiples movimientos sociales en desarrollo, que coincidirán, a partir del próximo 19 de agosto, en una expresión común de protesta.
Son imbéciles o se hacen. Según ellos los cultivadores de café, de papa y cacao, los camioneros, los pequeños mineros del oro, los obreros de la extracción industrial del carbón, los maestros, el sector de la salud, los indígenas y las negritudes y no sé qué otros y diversos grupos sociales, responderían todos a las órdenes de esa organización armada. Si así fuera, ya se habrían tomado el poder sin la mediación de la “estrategia secreta” que menciona Plinio.
En cualquier caso esas opiniones convierten en crimen la protesta social, derecho democrático garantizado por la Constitución, e invitan a su represión contradiciendo, ahí sí, el espíritu de diálogo y solución política a los conflictos que es defendida por las grandes mayorías de esta nación. Constituyen evidentes factores de violencia en un país que la ha vivido desde su nacimiento por la acción de quienes, como ellos, siempre han privilegiado su proceso de acumulación por encima de cualquier respeto por los derechos de los otros. Aprender a vivir en democracia es, ante todo, aprender a respetar al otro.
La otra cara de la moneda es que de esas expresiones participen voceros del gobierno que se dice comprometido con el proceso de construcción de acuerdos por la paz. Al permitir la inducción de su respuesta por parte de la periodista, dejó ver su real posición. Debería renunciar.