La nostalgia por la era soviética se ha tornado en moda. Los usuarios de la web mundial se reúnen en comunidades, intercambian recuerdos de la infancia y la juventud, miran fotos de objetos de las décadas desde los 50 hasta los 80, discuten sobre cuánto se podía comprar con un solo rublo, cómo explotaban los paquetes de leche en forma de pirámides, o cuán difícil resultaba “conseguir” en condiciones de un déficit total una aspiradora o un televisor a color. La exhibición presenta no solo los objetos de la vida cotidiana, sino también los diseños únicos de los creadores rusos que jamás llegaron a las tiendas.
A juzgar por la cantidad de visitantes que deambulan por las salas expositivas, el diseño soviético resulta muy interesante para muchos. Los mayores vienen a recordar el pasado, los jóvenes observan con interés los objetos, aún cuando no logran comprender fácilmente el propósito de algunos de los ellos.
Especialmente para estos visitantes, los organizadores colocaron junto a
las piezas no solo descripciones detalladas, sino monitores en los que
se muestran videos con ejemplos de uso de cada objeto y comentarios de
sus creadores.
Una de las piezas más raras de la exposición es un automóvil de un color
verde venenoso. Las marcas de automóviles soviéticas no eran tantas:
Volga, Moskvich, Zhigulí (Lada), Zaporozhets; sin embargo, el auto en
exhibición no se parece a ninguno de ellos. Asemeja, más bien, un Opel o
un Saab. Según el video, esta maravilla es el prototipo del primer hatchback de clase business o
segmento E. El modelo experimental Moskvich C-1 fue desarrollado en
vísperas de 1976. Los jefes no valoraron este innovador modelo por
diferenciarse demasiado de los automóviles comunes. Este ejemplar único
sobrevivió de milagro y fue llevado a la exposición en una grúa móvil.
Según el creador de este sorprendente automóvil, el diseñador Igor
Zaitsev, durante el proceso de montaje se enfrentaron a situaciones
complejas. Por ejemplo, utilizaron unos focos de automóvil Opel Askona
que hallaron en el almacén, o el panel de controles de un tractor
francés.
Los juguetes merecen una cita aparte: las tenebrosas muñecas tentempiés,
juegos de mecánica de factura tosca, modelos de armas y un automóvil
rojo con pedales y focos verdaderos que funcionaban con pilas, esos eran
los sueños de los niños de antaño. Los visitantes del Manezh que
llegaron con niños les cuentan admirados a sus pequeños sobre los
juguetes de sus infancias, aunque la generación actual, acostumbrada a
los videojuegos y a los Lego, no esté en condiciones de valorar estos
encantos.
Los organizadores de la exposición tenían como propósito acabar con el mito de que en la URSS no existía el diseño. Valga decir que lo lograron al cien por ciento. Visitando esta exposición, podemos enterarnos de que los relojes Polyot y Raketa eran bien valorados no solo por los compradores soviéticos, sino que se exportaban con éxito a Europa, donde competían en igualdad de condiciones con los productos de los diseñadores occidentales. O que aún a principios de los años 60 en la URSS fue creado un Centro de Investigaciones de la Estética Técnica, donde se creaban las formas más inusuales para los objetos de uso cotidiano.