Paco Azanza Telletxiki
A la FMC en su 50 aniversario, a la mujer cubana de todos los tiempos
Si alguna herramienta es imprescindible para hacer una revolución, esa es precisamente la unidad de los revolucionarios; sin ella es prácticamente imposible alcanzar objetivo tan complicado. En Cuba, el compañero Fidel demostró ser un maestro en la unificación de la base social. Liderando el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que ya de por sí era una suma importante, logró el apoyo también de otras fuerzas, como el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular –comunista-.
Pero, como dijera Martí a Carlos Baliño, la revolución no es lo que se inicia en las maniguas sino lo que se desarrolla en la República, luego de la toma del poder por parte de los revolucionarios. A partir del 1 de enero de 1959, pues, se requería una unidad mucho más sólida y organizada, que fuera capaz de frenar las lógicas embestidas de la oligarquía nacional y extranjera en su lucha desesperada por recuperar los privilegios perdidos, y, de paso, poder ir avanzando en el radical cambio sociopolítico que una revolución socialista exige si, como la cubana, es verdadera.
Así, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la organización cubana que más militantes registra –actualmente más de 7.600.000-, nacieron el 28 de septiembre de 1960; la juventud revolucionaria se unificó, el 4 de abril de 1962, en torno a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC); el 17 de mayo de 1961 se fundó la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), para representar los intereses sociales y económicos de los campesinos; la antigua Confederación de Trabajadores de Cuba cambió ligeramente de nombre en 1961, y, con gran impulso para afronta la nueva etapa, pasó a llamarse Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Y no me olvido de las mujeres. Éstas, que durante el período insurreccional ya jugaron un papel muy importante, cobraron nuevos bríos y pasaron a ser, con derecho propio, pieza imprescindible en el proceso revolucionario que entonces se iniciaba.
El 23 de agosto de 1960, hoy hace 50 años y fruto de la fusión de la Unidad Femenina Revolucionaria, la Columna Agraria, las Brigadas Femeninas Revolucionarias, los Grupos de Mujeres Humanistas y la Hermandad de Madres, entre otras organizaciones ya existentes antes del triunfo, se fundó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Todas las organizaciones de masas mencionadas nacieron con un claro e idéntico objetivo: desarrollar y defender a la Revolución desde cada una de sus “trincheras”; o lo que es exactamente lo mismo: desarrollar y defender los intereses de la inmensa mayoría de la población cubana.
Como cabía esperar, los yanquis no tardaron mucho tiempo en comenzar a agredir a la Revolución; lo hicieron prácticamente desde el mismo 1 de enero de 1959, e incluso antes. Era especialmente necesaria, pues, la unidad que ya he comentado al inicio de estas líneas. En la clausura del acto constitutivo de la FMC, Fidel expresó que “por eso es bueno organizar, por eso es bueno unir, por eso es bueno prepararse a luchar, por eso este paso que han dado las mujeres cubanas es una victoria más de nuestro pueblo. Esta unificación de todos los sectores femeninos de la Revolución es construir una fuerza, una fuerza entusiasta, una fuerza numerosa, una fuerza grande y una fuerza decisiva para nuestra Revolución”.
La Federación, que debido al inmenso carisma conseguido a través de los años y sin más añadiduras así se le llama, es una organización de masas que desarrolla políticas y programas destinados a lograr el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer en todos los ámbitos y niveles de la sociedad. Su aporte sistemático a la formación y el bienestar de las nuevas generaciones es una de sus numerosas virtudes. En enero de 1959 en Cuba solo trabajaban 194 mil mujeres –el 12% de la fuerza laboral-.
Actualmente, el 46% de la fuerza de trabajo en la Isla es representada por ellas -1.700.000, aproximadamente-, ocupando de manera eficiente el 66% de los cargos profesionales y técnicos. De los 614 parlamentarios que conforman la actual Asamblea Nacional del Poder Popular, 265 son mujeres –el 43,16%-. En cuanto a los integrantes de las actuales Asambleas Municipales del Poder Popular se refiere, las mujeres ocupan 5.046 delegaciones de las 15.093 existentes –el 33,4%.
De afiliación voluntaria, actualmente la Federación, que celebra sus congresos cada cinco años, cuenta con una militancia de más de cuatro millones; todas ellas por encima de los 14 años de edad, ya que éste es el único requisito que se exige para el ingreso.
El 13 de septiembre de 1966, en la clausura de la V Plenaria Nacional de FMC, Fidel dijo que “si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución es prácticamente esto; la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país. Si nos preguntaran cuáles son las cosas que más nos han enseñado en la Revolución, responderíamos que una de las lecciones más interesantes que los revolucionarios estamos recibiendo en la Revolución es la lección que nos están dando las mujeres”.
Y el 8 de marzo de 1997, en carta escrita a las mujeres cubanas, el Comandante en Jefe expresó: […] “sin la mujer la obra ingente de la Revolución no habría sido posible. A lo largo de estos años difíciles, no ha habido tarea económica, social y política, no ha habido logro científico, cultural y deportivo, no ha habido aporte a la defensa de nuestro suelo y de la soberanía de la patria, que no haya contado con la presencia invariablemente entusiasta y patriótica de la mujer cubana. Nadie como ella ha hecho los mayores sacrificios en el período especial que estamos aún viviendo, ni se ha empinado tanto hasta convertir en hazaña el esfuerzo cotidiano”.
De 1868 -año en que realmente comenzó a gestarse la actual Revolución- a ésta parte, el listado de admirables mujeres que Cuba ha visto nacer o ha albergado en su seno es impresionante.
Me estoy acordando ahora mismo de Mariana Grajales y Lucía Iñiguez Landín -madres de los Maceo y de Calixto García respectivamente-, de Bernarda Toro –esposa de Máximo Gómez y hermana y madre de mambises-, María Cabrales –esposa de Antonio Maceo-, Mercedes Sirvén y Adela Azcuy –comandante y capitana del Ejército Libertador respectivamente-, Ana Betancourt, Isabel Rubio y un largo etcétera de valiosas mujeres que durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra Necesaria (1895-1898) nunca dudaron en abandonar, sin pedir nada a cambio, las comodidades del hogar y la seguridad familiar para adentrarse en las maniguas con el legítimo objetivo de redimir a la patria.
Más cercano a nuestros tiempos, me estoy acordando ahora mismo también de Celia Sánchez Manduley, de Haydée Santamaría Cuadrado, Clodomira Acosta Ferrals, Lidia Doce Sánchez y, por supuesto, de la santiaguera Vilma Espín Guillois, presidenta de la FMC en toda su historia.
Por su ingente aportación a la revolución social de Cuba y especialmente a la liberación de la mujer, la FMC dedica su aniversario 50 a las heroínas Déborah, Norma y Yeyé, nombres clandestinos de las citadas Vilma, Celia y Haydée respectivamente.
Obviamente, son muchas las mujeres ejemplares que ya no están físicamente entre nosotros. Pero en realidad todas siguen estando vivas, muy vivas en el recuerdo imperecedero de la población revolucionaria; más intensamente, si cabe, en el corazón de cada mujer cubana.
Fuente: Baragua
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