Una brigada de Komite Internazionalistak consiguió el pasado 20 de julio entrar en Gaza, un lugar donde, pese a la ocupación y las incesables torturas, la resistencia se mantiene en pie.
Iraide Olalde
Ane Labiano es una de las coordinadoras de la primera brigada de Komite Internazionalistak que ha viajado a Palestina este mes de julio. El pasado día 20 consiguieron, no sin previas dificultades, entrar en Gaza, y en las escasas 48 horas que permanecieron dentro de la franja, pudieron comprobar una vez más que la situación es incluso peor que la de hace dos años, y la dureza de los recuerdos clavados en la retina obligan a esta internacionalista y a sus compañeros a contar la verdad que, muchas veces, es camuflada y olvidada, pereciendo sólo en el recuerdo de quienes la sufren.
«Una de las brigadas más duras y enriquecedoras». Así definió Labiano su estancia en Palestina, que comenzó el 3 de julio. El día 18 de julio recibieron la llamada que tanto esperaban: podían, finalmente, entrar a Gaza. Tras presentarse en el checkpoint de Erez y esperar durante cinco horas, nadie sabía nada.
«Es el juego al que juegan y obligan a jugar. Muestran su cara buena y su cara mala. Engañan, mienten para finalmente dejarte entrar y hacen sentirte en una cárcel donde al parecer, el loco eres tú», recuerda. Israel ejerce una tortura sicológica que ni siquiera un pasaporte en regla ni la seguridad de un consulado puede amainar.
«El día 20 nos volvieron a citar para entrar. Esta vez era cierto». La entrada fue más fácil de lo esperado; a la salida, sin embargo, el chequeo de las maletas y las preguntas no cesaron.
La realidad en Gaza es más dura de lo que uno puede pensar.
«La tortura más grande que te puedas imaginar, Israel la cumple multiplicada por diez», denuncia la brigadista.
Las condiciones, a peor
Gaza sigue más pobre y derruida que en 2007. Los espacios abiertos causados por bombardeos no hacen más que crecer y no hay ni dinero ni material para reconstruir las aceras. La población cada vez es más pobre; un total del 80% de la población está sin empleo y ganarse la vida como pescador ya es imposible, ya que el agua está completamente contaminada. Una situación que Israel, dentro de su juego en el que él es el bueno, aprovecha para convertir lo que es un problema político en uno humanitario; una manera de dejar en un segundo plano la verdadera raíz de todo el problema.
El hecho de que nadie pueda entrar, ni siquiera ciudadanos israelíes, a enclaves como Gaza es también parte del juego de estrategia: una forma de que nadie vea lo que pasa, de que nadie empatice con los palestinos y al fin y al cabo, poder seguir tratándolos como vienen haciéndolo desde años atrás: como a animales.
La resistencia y la esperanza forman parte del día a día en Gaza, en el que esperar y luchar es la única manera de seguir vivo. Ser positivo también ayuda, e incluso tomarse las cosas con humor hacen el transcurso de las horas más amenas. En Alauda, un hospital de Gaza, los médicos se ríen haciendo alusión a lo que ellos consideran el
«ascensor más famoso del mundo». Un ascensor necesario para subir a la cuarta planta del centro, donde se encuentran los quirófanos, y que ha estado año y medio parado por las autoridades israelíes.
El ascensor es uno de los muchos ejemplos que Israel utiliza en un juego donde el desgaste y el cansancio de los palestinos se convierte en la mejor arma. En Gaza, los soldados del ejército israelí juegan a disparar, han roto la depuradora y conseguir agua sólo es ahora posible comprándosela a Israel a un precio desorbitante: llenar media tanquera de agua supone medio sueldo. Mientras, en las colonias no hay casa sin piscina.
«En Gaza, al igual que en otras zonas, nada tiene continuidad; lo único que forma parte de la rutina son las bombas», explica Labiano.
Gaza es ahora más cárcel que nunca; una gran campo de concentración que, por grande que sea, no elimina la sensación de agobio, miedo y tensión. Pese a que el bloqueo en un principio está siendo abierto, las cifras no engañan: antes del bloqueo entraban 700 camiones al mes, durante el bloqueo cien y ahora sólo 130.
Por otro lado, los métodos represivos son fortísimos. La gran mayoría de los palestinos han sido torturados y el castigo colectivo se utiliza día sí y día también. Son pequeñas cosas que se van acumulando y acomplejando a una sociedad ocupada sin recursos.