domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Qué se esconde tras la campaña mediática sobre la violación y el incesto?

Por Bruno Matapay

Grandes titulares de prensa anuncian que, en Australia, un hombre secuestró y violó durante 30 años a su hija. De esas relaciones incestuosas nacieron cuatro hijos.


Este incidente recuerda al de Josef Fritzl en Austria, quien secuestró a su hija durante 24 años, engendrando siete hijos. Historias sórdidas que se suman al descubrimiento reciente de Jaycee Lee Dugard en California, 18 años después de su rapto. Secuestrada durante ese tiempo, dio a luz a dos hijos del tipo que la violó y redujo a la esclavitud.


Colombia no es extraña a este fenómeno. Fue noticia, por ejemplo, que el campesino Arcedio Álvarez Quintero, llamado "el monstruo de Mariquita", había violado a su hija desde hacía décadas y tuvo ocho hijos con ella.


El tratamiento sensacionalista que dan a estos casos los medios de comunicación burgueses hacen creer que el horror y la barbarie son completamente irracionales. Pero no existen hechos descontextualizados: estos actos son producto del fascismo que el capitalismo nutre en su seno. En todos estos casos, la sevicia contra los menores se ha desarrollado durante años en medio de la indiferencia general de los vecinos, de los testigos, y de la negligencia de las autoridades.


El patriarcado cotidiano revela plenamente su carácter monstruoso en estos casos de crueldad extrema. En el capitalismo, el horror es banalizado, pues los individuos se aislan "herméticamente" unos de otros mientras los lazos sociales se rompen. Estos crímenes manifiestan voluntad de dominación, brutalidad patriarcal, potencia reproductora, multiplicación de la raza, ley del más fuerte e individualismo... los ingredientes innegables del fascismo.


Los fascistas dividen a la humanidad entre los "fuertes" y los "débiles", éstos últimos condenados al ostracismo, la tortura, la humillación y la destrucción de su humanidad. El fascismo es un océano de frustración patriarcal y nihilista donde los "fuertes" imponen su dominación abyecta.


El torturador Fritzl culpó de sus horribles crímenes al nazismo, así como Natasha Kampusch, otra víctima de secuestro en Austria, lo que no ha impedido a los fascistas proclamar que Fritzl es judío, retomando el viejo tema del antisemitismo.


En Colombia, la extrema derecha también hace campaña agitando la bandera de la protección de la infancia. En este sentido se viene impulsando un referendo que busca que la ley castigue con cadena perpetua a los violadores de los menores de edad. Iniciativa, entre otros, del fiscal general Mario Iguarán Arana; el Procurador General de la Nación, Edgardo Maya Villazón; la concejala de Bogotá, Gilma Jiménez; los congresistas David Luna y Simón Gaviria, y los medios de comunicación monopólicos, que no desperdician ocasión de promoverla a diario.


La ley que se propone busca castigar, además, a quienes asesinen, secuestren o recluten a menores de edad en grupos insurgentes, metiendo en un mismo saco diversos delitos y proponiendo una pena que a todas luces viola los principios de la dignidad humana, particularmente en un contexto como el colombiano, donde la Justicia, reza el dicho popular, "es para los de ruana", mientras los mayores criminales gozan de toda suerte de privilegios. Para la muestra un botón: los soldados yanquis y mercenarios que abusan de niñas en Colombia gozan de impunidad.


Es la doble moral de la sociedad burguesa y patriarcal. O si no, que lo digan las víctimas de los curas pederastas, defendidos a capa y espada por la corrupta jerarquía católica, que sin embargo, se opone al aborto aun en casos de violación o de riesgos inminentes a la salud de las madres.


Y frente a esta problemática, ¿dónde están las voces del movimiento popular colombiano? Mientras Gilma Jiménez, David Luna y Simón Gaviria mojan prensa mañana, tarde y noche; no se pronuncian públicamente las mujeres del pueblo ni sus organizaciones, permitiendo que el fascismo avance como "solución final" para tranquilidad de los angustiados padres de familia, aterrorizados por el sensacionalismo grosero de diarios y noticieros.


Es hora de tomar en serio la amenaza que supone esta campaña de intoxicación mental, y descubrir las raíces sociales de la violencia sexual, para llegar a las verdaderas soluciones que requiere la sociedad, lejos de las fórmulas irracionales de la "seguridad democrática". Por un país decente.