lunes, 10 de agosto de 2009

Cuando Hitler decidió cambiar guerra por paz en Euskal Herria

Plataformas y redes sociales de internet no sólo sirven para colgar vídeos musicales o piezas de humor. Estos días el montaje de moda es político y se titula «Hitler euskal gatazkaren aurrean». Sobre imágenes del film «El hundimiento», el autor -anónimo hasta ahora- recrea cómo puede ser el día en que el Estado español diga «podemos aprender a ser buenos vecinos».



Ramón SOLA

Quien haya visto la película "El hundimiento", rodada en 2004 por el director alemán Oliver Hirschbiegel, recordará sin duda la escena. Un Hitler entre histérico y patético reúne a sus generales, constata que las fuerzas aliadas están cerca de Berlín y entiende que es la hora de cerrar la guerra. Cinco años después, un montaje basado en esa impactante secuencia pero con diálogos referidos a Euskal Herria está corriendo como la pólvora a través de correos electrónicos, plataformas de vídeos y redes sociales. El fenómeno demuestra una vez más que internet se ha convertido en una plataforma idónea para el contraste ideológico y para que se hagan oír opiniones silenciadas por los grandes medios.

En pleno agosto, este montaje que han aparecido hace apenas diez días ha disparado su audiencia. En la plataforma Euskaltube, donde fue colgado el día 1 de agosto, ayer al mediodía había acumulado ya 8.129 visitas. A Youtube llegó más tarde, pero ayer ya más de mil personas habían hecho click y se sucedían los comentarios, casi todos muy elogiosos.

«Hemos detenido a 35.000»

La cinta -de apenas cuatro minutos de duración- combina toques de humor cáustico y una importante cantidad de información sobre los parámetros en que se ha movido el conflicto vasco en las últimas décadas.

Todo empieza cuando sus generales explican al dictador la situación actual: «Hemos trucado las elecciones y colocado a Pachi López de lendakari en Vascongadas, pero todos se ríen de él -se lee en los rótulos de la pantalla-. Aralar se ha hundido y la izquierda abertzale es ya la tercera fuerza a cuatro mil votos de ser primera en Gipuzkoa. No tenemos ni idea de por dónde se mueve la ETA y creemos que los aberchales van a crear un polo soberanista de izquierdas», detallan a un Hitler que ni siquiera pestañea.

Pero, de repente, el dictador se desata. Ordena abandonar la sala a «los que sólo os dedicáis a escribir chorradas en internet sobre `viva España'», uno de los golpes de humor que se suceden sin parar desde entonces. Y vuelca toda su indignación sobre sus colaboradores: «¿Pero es que sois idiotas o qué os pasa? ¿Vamos a tener que bombardear Gernika o qué? Los masacramos en la guerra, les quitamos hasta la jodida chapela, aún están sacando de las cunetas a los que escondimos. ¿Cómo es que todavía siguen dando por culo esos jodidos cortatroncos?».

Durante dos minutos largos, la boca de Hitler no deja de escupir datos sobre la estrategia española en Euskal Herria: «Hemos detenido a más de 35 mil vascos en los últimos 30 años», «estuvimos a un palmo de eliminar el euskara para siempre», «os dije cómo crear el GAL», «hemos lavado el cerebro a toda España», «pusimos un policía por cada 66 vascos»... «Tontos del culo -espeta a sus generales-. Lleváis años deteniendo a chavales que sólo pegan carteles y diciendo que son la cúpula del Vaticano. Hasta al pánfilo de Ibarretxe lo tratabais como si fuera del `comando Madrid' y lo más radical que ha hecho ha sido beber txakolí en el Alderdi Eguna».

Hitler se desgañita, brama, de su cabeza salen ideas tan descabelladas -¿o no?- como poner banderas españolas en la punta del monte Gorbea. «Cerrar las ikastolas, talar el árbol de Gernika, quemar los frontones, bajar a regional al Athletic, Real, Osasuna y Alavés, poner una calle a Rubalcaba en Hernani», plantea en sus desesperación.

Pero uno de sus militares, con el gesto encogido, responde a media voz al führer: «No podemos hacer nada, esto no va a ninguna parte». Se hace un silencio espeso y tenso en el búnker. Adolf Hitler baja la cabeza, suspira hondo, su rostro se humaniza por fin. Y de su boca salen estas lacónicas palabras: «Tendremos que dejar que hagan un referéndum de autodeterminación; si deciden quedarse en España, bien; si no, también. Podemos aprender a ser buenos vecinos».