por Roberto Romero
Ayayay Angelino. No tenía otro camino que precipitarse de lleno, de pies y manos, en las fauces del uribismo sin ningún miramiento. Termina así el ciclo de entrega a los enemigos de su clase. Y ya ni se acordará de los tiempos, breves por cierto, de electricista enredado en un manojo de cables y con el overol proletario.
Y menos de las jornadas en el sindicato del DANE, cuando codo a codo con los trabajadores fue un puntal en las luchas por la defensa del salario y los derechos laborales del sector público en Fenaltrase.
Tampoco de aquel momento en que varios policías, en una acción de protesta, lo levantaron en vilo frente al Capitolio, por allá en 1984 y que registró la aguda lente de Lara, el fotógrafo de Voz, para llevarlo a la cárcel.
Con el nuevo flamante cargo, embajador plenipotenciario de Colombia ante la Oficina Internacional del Trabajo OIT, cualquiera podría pensar que esos aciagos tiempos de represión son cosa del pasado.
Qué se va a acordar de esos momentos o si cruzan por su mente, con seguridad intentará borrarlos para que no le remuerda la conciencia ante tanta defección.
Es que el salto triple mortal sin malla que ha dado Angelino en la arena de la lucha de clases no tiene parangón en la historia del movimiento obrero colombiano. Llegar a convertirse en el mismísimo representante del gobierno de Uribe en la OIT, con la misión expresa de defender los intereses de la oligarquía contra la clase de donde proviene, bien podría caber en la historia de la infamia de Borges. Es que no se puede explicar tanto ascenso sin que mediara el apoyo popular que lo catapultara como figura nacional, incluido su paso por la UP, para, una vez allí instalado, ponerse precisamente en contra de quienes tanto le sirvieron.
¿Cómo podrá ahora Angelino responderles, por ejemplo, a los representantes obreros del mundo entero que acudirán anualmente a Ginebra a denunciar la oleada incesante de crímenes contra sindicalistas en Colombia y que solo en 2008 dejó un saldo de 40 líderes sacrificados?
¿Y ante las violaciones sistemáticas al derecho de asociación sindical, el asedio a las organizaciones obreras por la patronal, la destrucción sistemática de sindicatos, hasta el punto que en 2009 hay tantos afiliados como en 1960, qué argumentos va a esgrimir?
Ya sabemos la respuesta. La misma que dio en Washington cuando hace un par de años, en compañía del presidente Uribe, se fue a hacer lobby al Congreso norteamericano para obtener la aprobación del TLC: alabanzas al régimen de la seguridad democrática. Los senadores y representantes demócratas desoyeron las destempladas lisonjas al uribismo y por el contrario, demandaron hechos y no palabras en materia de derechos humanos.
Detrás del justificado rechazo estaba, como está firme hoy, el poderoso movimiento sindical norteamericano, solidario con la clase obrera colombiana y que precisamente contribuyó enormemente al triunfo de Obama sobre la base del compromiso de éste al famoso tratado mientras persistan los crímenes contra sindicalistas.
Pero Angelino ahora nos enseña una cualidad que no hacia tan evidente: el cinismo.
"El reto que plantea mi nombramiento es fundamental para demostrar ante la Organización Internacional del Trabajo, con sede en Ginebra, que el Estado colombiano no es el responsable de los asesinatos de sindicalistas y por eso voy a pedir a la Fiscalía acelerar las investigaciones para cumplir este fin", declaró a la W radio.
Y aseguró que cuando era sindicalista hace 18 años nunca dijo que había crímenes de estado contra sindicalistas.
“Nunca he dicho esa palabra, en Colombia nunca he dicho esa palabra. Yo parto de que en Colombia no hay terrorismo de estado, no hay una política empresarial de exterminio a los sindicalistas”.
Ahora vemos que la fidelidad si paga. Y el premio, nada honroso para los trabajadores colombianos, es ponerse al servicio del mayor violador de los derechos humanos y sindicales de Colombia.
Con Pastrana, Angelino había comenzado el curso de la entrega, dejando en un santiamén la dirección de la CUT para convertirse en su ministro de Trabajo. En las actas del consejo de ministros aparecen las firmas de Garzón en los decretos y resoluciones allí tomadas, siempre en contra de los intereses nacionales, como el Plan Colombia, para citar uno de los casos más aberrantes.
Y pensar que algunos todavía podían imaginarse a Angelino en las huestes del Polo, codo a codo con los luchadores por el cambio democrático de veras.
Ahora Angelino está más afianzado que nunca en la orilla opuesta. Orondo, con toda la desfachatez de quien recibe un plato de lentejas bien servido por el sistema. Que alguna vez combatió seguramente calculando su conversión