por Jorge Enrique Robledo
El pasado 2 de agosto, el Comité Ejecutivo del Polo Democrático Alternativo tomó tres decisiones: ratificar su declaratoria de oposición al gobierno de Juan Manuel Santos (derecho que le confiere el artículo 112 de la Constitución), mantener en la presidencia del Partido a Clara López y aprobarles silla permanente en ese organismo a los dos ex candidatos presidenciales del Polo.
Ante estas decisiones, Gustavo Petro volvió a amenazar con irse y dividir al Polo, desconoció las decisiones de Comité Ejecutivo y le hizo un ataque bárbaro a varios dirigentes del Partido. Por la importancia de que exista la oposición, no sobra conocer algunos detalles de lo que ocurre.
Sin siquiera informarle a la dirección nacional del Polo, Gustavo Petro se reunió con Juan Manuel Santos para hacer acuerdos. Según le dijo Alejandro Reyes a lasillavacia.com, información que nadie ha negado, “tanto Santos como Petro estaban satisfechos” con los acuerdos logrados. Ojalá Petro nos informara al respecto. Como era obvio, el Polo advirtió que esas relaciones eran a título personal y que no comprometían al Partido, que se la jugó contra la candidatura del continuismo y le había declarado la oposición al nuevo gobierno, porque Santos I es, en lo fundamental, Uribe III, con una diferencia secundaria: aplicarse algún maquillaje para confundir a los colombianos y lograr los mismos fines del gobierno que afortunadamente expira.
Es obvio que el engaño santista se facilita si en él se involucra a Gustavo Petro. Constituye una agresión inaceptable de Santos contra el Polo estimular su división y, además, hacerlo a través de su ex candidato presidencial. Y Vargas Lleras tiene la frescura de hablar de “garantías” para la oposición. Cualquier relación con el gobierno debe empezar porque este respete la institucionalidad del Polo.
La presidencia de Clara López la respalda el artículo 23 de los estatutos del Polo, que señala cómo se suplen las faltas temporales o permanentes del presidente electo por el Congreso del Partido, en este caso Carlos Gaviria. Con ese artículo, y sin que nadie se opusiera, llegaron a la Presidencia Jaime Dussán y Clara López. Gustavo Petro sólo puso en duda –de manera errada, claro– el empleo de dicho artículo después de que Clara López lo derrotara con el respaldo de las dos terceras partes de los electores. El mismo artículo dice que, más adelante, la Junta Nacional del Polo confirmará o no esta decisión, confirmación que no hay duda de que sucederá y por las mismas y abrumadoras mayorías. La idea de que el presidente del Polo se elija por consulta popular no es procedente, porque no la autorizan los estatutos del Partido.
Se ha dicho que los votos que entre todos los del Polo pusimos a favor de Gustavo Petro le conceden a él el derecho a definirle el rumbo al Partido y a ser su presidente. Falso. Los estatutos no dicen eso. Él sí puede aspirar a lo que desee en el Polo, pero el derecho a decidir lo poseen los organismos de dirección del Partido, los cuales tienen la legitimidad que les confiere haber sido designados en el II Congreso del partido, congreso de 1.500 delegados elegidos por 700 mil polistas.
Una vez en el Comité Ejecutivo se cometió el “crimen” de vencerlo en una votación por completo transparente y legal, Gustavo Petro se despachó en contra de quienes a él le conviene estigmatizar como “culpables” de que el Polo eligiera a Clara López y que no va a hacer acuerdos con Santos. Aunque luego rectificó en parte los improperios, debe saberse que el ex candidato nos ha propuesto una alianza a todos y cada uno de los sectores del Polo, incluida la Anapo, para conformar un bloque mayoritario que lo escoja como jefe único y le respalde sus propuestas. “Son de pésima calidad las uvas”, dijo el que no las pudo coger.
Ojalá Gustavo Petro rectifique su estilo para tramitar las diferencias en el Polo, pues daña el proyecto histórico de unidad de la izquierda democrática. Y esto es más lamentable porque el Polo hizo unido las elecciones presidenciales y porque efectuamos un análisis cordial y unitario del resultado de las urnas.
Coletilla: La nueva ministra de Educación ganaba 40 millones de pesos mensuales en la Cámara de Comercio de Bogotá, plata que en buena medida pagan los empobrecidos comerciantes que le aportan a un servicio público privatizado. Cuando los maestros pidan alza de salarios, ¿no les dirá que ganan demasiado?