viernes, 4 de diciembre de 2009

«In the loop»



El escocés de ascendencia italiana Armando Iannucci es un prestigioso realizador de televisión que debuta en la pantalla grande con una sátira política, que aplica el humor inteligente a una disección del origen de la invasión de Iraq, dentro de los entresijos de las componendas entre norteamericanos y británicos para asegurarse el liderazgo mundial.

Mikel Insausti

He leído en algún sitio que a «In the Loop» solamente le falta la locura de Peter Sellers para ser el «¿Teléfono rojo? Volamos hacía Moscú» de la época actual. Si partimos de la base de que los tiempos han cambiado, justo es reconocer que ya no pude haber humoristas como Sellers, del mismo modo que la visión de la política es otra bien distinta.

La principal diferencia entre ambas películas reside en que la influencia de la Segunda Guerra Mundial ya no pesa tanto porque, a fin de cuentas, de lo que hablaba Kubrick era de una Tercera Guerra Mundial con armamento nuclear, y ese es un concepto definitivamente superado.

Hoy en día lo que está en juego es el control sobre los recursos energéticos, con Oriente Medio como escenario principal de la estrategia. Apostaría a que «In the Loop» se parece más a «La cortina de humo», aquella estupenda sátira del poder que Barry Levinson realizó en 1997 sobre un demoledor guión de David Mamet. Hay que otorgarle además su enorme visión anticipatoria, al adelantarse a la Invasión de Iraq sobre la base de conflictos como el del Golfo o el de los Balcanes.

Fue la primera película que vino a introducir el concepto de guerra mediática, en cuanto que se trataba, como bien decía el título, de una crisis internacional orquestada para tapar un escándalo presidencial justo antes de las elecciones. Ahora, «In the Loop» se adentra todavía más si cabe por esa senda abierta.

En Hollywood le tienen verdadero pánico a las películas sobre la invasión de Iraq, pues las consideran veneno para la taquilla y un fracaso seguro. Los británicos demuestran una vez ser más inteligentes que los norteamericanos, ya que los responsables de «In the Loop» se guardan muy mucho de mencionar directamente a Iraq, pero todo el público sabe que el argumento se refiere a esa parte del mapa.

Eso se lo dejan a otro compatriota suyo, al arriesgado cineasta Paul Greengrass, que está dispuesto a jugarse su continuidad al otro lado del charco con «Green Zone», localizada durante la ocupación de Bagdad por las tropas norteamericanas en el 2003. La Universal condicionó el apoyo económico al proyecto con el compromiso del director para una cuarta entrega de la saga Bourne, a lo que finalmente se ha negado, así que habrá que esperar a la primavera para ver cómo se resuelve semejante desafío.

Por su parte, «In the Loop» se ganó a la audiencia estadounidense gracias a la estupenda acogida crítica en el Festival de Sundance, corroborada después en Los Ángeles. A nivel local, la película ya tenía él éxito asegurado, al hacerse con tres premios BAFTA del cine escocés. Puede extrañar, pero el debutante Armando Iannucci, a pesar del nombre y apellido que delatan su ascendencia italiana, es natural de Escocia.

Armando Iannucci no les sonará mucho a los cinéfilos, ya que le van a descubrir con este su primer largometraje para la pantalla grande. En cambio, para los que siguen las series de televisión en inglés por los canales vía satélite es el no va más. Es uno de los creadores en los que se apoyan quienes defienden que la actual ficción televisiva anglosajona es mejor que la cinematográfica, una discusión en la que por falta de conocimiento del medio televisivo internacional no puedo ni debo entrar.

Trampolín televisivo

Lo que sí he de decir es que su serie «The Thick of It» cuenta con todas las bendiciones, y es considerada como el trampolín desde que ha dado el salto al cine con «In the Loop». Pasa por ser una teleserie modélica dentro de la sátira política, y que además de causticidad exhibe una calidad técnica y narrativa similar a la de «The Office», de la que los norteamericanos no han tardado en hacer su correspondiente versión.

No obstante, ellos afirman que «In the Loop» vendría ser el equivalente inglés a «El ala oeste de la Casa Blanca», porque está contada a un ritmo vertiginoso que combina infinidad de situaciones y personajes.

Es posible que a los espectadores no estén acostumbrados a la constante entrada y salida de múltiples intérpretes en escena, así como a los continuos cambios de localizaciones de estas trepidantes teleseries, les cueste hacerse a las hechuras de «In the Loop», que ofrece exactamente eso pero concentrado en un largometraje de hora y tres cuartos de duración.

Para el reparto coral trabajar en una película de tales características ha supuesto un auténtico «tour de force», y cuantos actores y actrices han participado coinciden a la hora de señalar que al principio no se adaptaban al peculiar estilo Iannucci.

Sin embargo, todos ellos terminaron el rodaje encantados con la experiencia, porque aporta al cine un método importado de otro medio. Si en televisión Iannucci basa su humor en la improvisación, con más razón a propósito de una historia como la que describe «In the Loop», donde los políticos hacen de la improvisación un arte perverso, debido a su tendencia a tomar las decisiones sobre la marcha.

El conflicto que presenta «In the Loop» nace, en efecto, de unas declaraciones improvisadas. Un ministro británico preguntado por la amenaza de una guerra en Oriente Medio, responde con una figura retórica que se le va de las manos. Utiliza la metáfora del avión que se pierde en medio de la niebla y para cuyo piloto la proximidad de las montañas u otros obstáculos resulta imprevisible. El termino «imprevisible» es manipulado por sus colegas norteamericanos, que buscan excusas para materializar el margen de duda dejado en al aire con sus palabras.

El pretexto es lo de menos, porque ya se sabe que en la realidad lo fueron las armas de destrucción masiva que jamás fueron encontradas a Saddam Hussein, una vez derrocado.

La guerra es un puro disparate que depende de decisiones igualmente disparatadas, razón por la que «In the Loop» es una comedia sobre el sinsentido de la política exterior. A falta de teóricos enemigos desde el final de la Guerra Fría, la alianza transoceánica entre británicos y norteamericanos se inventa zonas de intervención a capricho.

La ocupación de territorios a cargo de tropas armadas las diseñan políticos de salón que nunca han estado en el frente, porque de haber estado jamás ordenarían entrar en combate. Una idea que es ilustrada a través del personaje encarnado por James Gandolfini, un militar que trata de evitar la movilización del ejército y el tener que cargar con más muertes. Esto a los civiles que toman las decisiones desde sus cómodos despachos en la retaguardia les da igual, porque nunca se van a manchar las manos de sangre. Basta que haya alguien con ganas de apretar el simbólico botón rojo para que el lío se dispare, y es el actor David Rasche al que le toca hacer las veces del Donald Rumsfeld de turno, reconocible por sus impulsos genocidas y por usar una granada de pisapapeles.

David Rasche no debe pasar desapercibido

La recuperación de David Rasche se debe a los hermanos Coen, que se acordaron de él para su comedia negra «Quemar después de leer». Es el género que mejor domina este veterano actor de 65 años, que tuvo su momento de fama en los 80, cuando protagonizó la teleserie «Sledge Hammer!», parodia de «Mike Hammer» y del duro detective encarnado por Stacy Keach. Rasche debutó en el cine en 1978 a las ordenes del comediógrafo Paul Mazursky, con «Una mujer descasada». Woody Allen se fijó en él y le llamó para «Manhattan». Su fisonomía de villano burlón le orientó luego hacia papeles más caricaturescos.

Fuente: Gara