por Alberto Pinzón Sánchez
El reconocido jurista colombiano Rodrigo Uprimny, describió hace 16 años con toda seriedad, la relación esencial y obligatoria que existe entre el Estado y los derechos humanos, así:
“Jurídicamente son los estados y no los particulares quienes se han obligado por intermedio de los pactos internacionales.
Históricamente, esas garantías fueron concebidas para hacer frente a los abusos estatales. Filosóficamente, esa especificidad de los derechos humanos se justifica por cuanto la sociedad y los ciudadanos delegan en el Estado el monopolio de la violencia: es necesario entonces establecer mecanismos de protección específicos de los ciudadanos inermes frente a ese poder armado. Esos mecanismos son los derechos humanos. Cuando particulares realizan acciones que vulneran derechos, se trata de delitos y el ciudadano puede siempre recurrir a la autoridad estatal para que ésta lo proteja. Pero cuando es el Estado quien vulnera sus derechos, el ciudadano no tiene otro mecanismo, el ciudadano no tiene otro mecanismo de protección diferente a los derechos humanos” (Uprimny, R. 1993: Violencia, orden democrático y derechos humanos en América Latina. Viejos y nuevos retos para los 90. Bogotá. Pag. 148)
Tiempo perdido. 16 años después, se pueden constatar los efectos que ha producido dentro de un sector de la juventud progresista colombiana, la poderosa y sistemática prédica del “Frente Intelectual del Fascismo” (cuyo mejor exponente actual es el asesor presidencial José Obdulio Gaviria), destinada a confundir y distorsionar la noción de derechos humanos, con la finalidad perversa de ocultar y evitar la responsabilidad objetiva del terrorismo de estado ejecutado por el auto-llamado “estado social de derecho”, el cual el sacerdote jesuita Javier Giraldo caracterizó acertadamente como {“democracia genocida”}. Por algo el primo, Don Pablo, decía: {“El mucho saber perjudica”}.
No es azar. Miremos a manera de debate serio, una parte de la celebrada declaración política del Primer Congreso Nacional de Jóvenes del Polo Democrático Alternativo (que indudablemente tiene otros pronunciamientos muy positivos y unitarios), escrita el pasado 8 de febrero del 2009 en Ibagué, bajo la premura con visos de chantaje narcisista producida en el aire, por la renuncia a la dirección de ese partido del senador Gustavo Petro, caracterizado vocero de la igualdad jurídica entre el Estado y los particulares, y de la vieja y deliberada distorsión que impulsa el brillantísimo asesor José Obdulio Gaviria sobre los derechos humanos en Colombia, y su confusión con el derecho internacional humanitario.
...”El Polo Joven en correspondencia con el Ideario de Unidad del Polo Democrático Alternativo, reafirma su oposición a la lucha armada como mecanismo para resolver las contradicciones políticas y sociales y condena el secuestro, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, el terrorismo y toda suerte de actos contra la dignidad de las personas y sus derechos y bienes, sean estos cometidos por las FARC, el ELN, el paramilitarismo o por agentes del Estado. No queremos más jóvenes muertos ni desplazados por este conflicto. El Polo Joven reconoce la existencia en Colombia de un conflicto armado que debe ser resuelto por la vía política ya que consideramos que ese es el único medio para resolverlo”... Pero no es todo. Una vez conseguida esta taxativa declaración y generado dentro de las bases del Partido la zozobra ante tal contradicción (pues es absurdo pensar en una solución política al conflicto armado colombiano como se reconoce en el siguiente renglón), cuando histórica y deliberadamente se ha distorsionado el concepto de derechos humanos y se le ha confundido ex profeso con el derecho internacional humanitario. Entonces y sólo entonces, el senador Petro oficializa por medio del aparato de propaganda del régimen, su decisión “irrevocable” de abandonar la colectividad política y, lo peor, aduciendo argumentos baladíes y un tanto auto-referenciales, como supuestas e imaginarias amenazas imposibles de probar porque no existen, hechas dizque desde el exterior por agencias de noticias independientes y alternativas, que se han atrevido a desenmascarar por escrito sus actuaciones públicas.
Si el senador Petro tiene un proyecto político personal para lanzar su nombre a la Presidencia de la República en el 2010 y continuar lo que se viene haciendo, solo o acompañado, debe sacarlo a la luz pública y salir a defenderlo con argumentos programáticos, y sin mimetizarlo o arroparlo o pasarlo de contrabando dentro de otras colectividades, con la seguridad de que nadie se lo va a impedir. Pero también debe tener en cuenta, que como es público y para Colombia, muy probablemente se le analizará, debatirá o criticará, como por ejemplo.
Mientras tanto; el fullero paisa rodeado de sus garlanchines, con una mesita plegable pequeña, mueve mecánicamente tres tapas de cerveza tratando de tapar y ocultar la bolita de caucho de su reelección presidencial, hecha rudimentariamente con un borrador de lápiz, repitiendo en monótona letanía: ¿Dónde está la bolita, señores donde esta la bolita? ¡Pónganle atención señores y hagan sus apuestas! ¿Dónde está la bolita? ¡Sólo puede levantar una tapa! Mientras que en un movimiento instantáneo de prestidigitación, la esconde en la uña larga de su dedo pulgar. Mira a su víctima ya señalada por el garlanchín y le dice: ¡Le doblo la apuesta, pero sólo puede levantar una tapa! El público que ha ido en aumento, atento a la bolita y sin haber perdido una sola movida, estimula la codicia del apostador que acepta la apuesta. Destapa una de las tres tapas y ve con frustración, entre exclamaciones del público, que está vacía. Ha perdido la apuesta sin darse cuenta del timo.
Alejado y por fuera del jueguito de la bolita, Sergio Fajardo, ya escogido y seleccionado por el patronato antioqueño, protegido del desgaste propagandístico de los acerbos debates por la sucesión presidencial que se están viendo, se prepara con sabrosura para ser el próximo presidente de los colombianos.