Helen Groome
Geógrafa
Cuántos términos y conceptos han sido absorbidos por los poderes, sobre todo los económicos, a lo largo de los años? Conceptos que mimábamos, reivindicábamos y por los cuales luchábamos. Ser ambientalista hace unas décadas era ser marginal y, sin embargo, hoy día muchas empresas proclaman como «ambientales» productos de limpieza, vehículos, casas... bienes de cualquier tipo cuyas ventas pueden beneficiarse del adjetivo «ambiental». Lo mismo nos ha pasado con términos como «sustentable», «bio», «verde» y «ecológico».
El último en caer en esta conversión de las exigencias de la gente en herramienta mercantil es el «comercio justo». Los objetivos y mecanismos del comercio justo siempre han tenido un eje de polémica, pero a nivel social se logró una cierta conciencia de que podría ser un mecanismo con que el mercado «tratase mejor» a poblaciones de provisión de bienes del Sur frente a la rapiña, insolidaridad e ignorancia de algunas franjas de las poblaciones consumidoras del Norte y el deseo de conseguir bienes de manera «justa» de otras.
Como denuncia la organización catalana Xarxa de Consum Solidari, la multinacional Starbucks ha lanzado recientemente la comercialización del 100% de su café Espresso en el estado español como café de comercio justo. Pregunta Xarxa si realmente podemos encontrar comercio justo en Starbucks, ya que la «justicia» social, comercial, ecológica y económica de dicha empresa brilla por su ausencia. Como denuncia Xarxa, en 2006 Starbucks intentó patentar una de las mejores variedades de café etíope, Sidamo; o sea, privatizar y usurpar un bien común (piratería que se evitó gracias a la movilización social internacional).
Starbucks es la marca que anima a las tropas estadounidenses al combate en Iraq, Afganistán y Kuwait, y en su página web dice: «proporciona café para aliviar los esfuerzos [de los soldados] en tiempos de conflicto»; en los EEUU, Starbucks apoya las personas partidarias de llevar armas de fuego en los espacios públicos y permite la entrada de clientes armados en sus cafeterías. El espíritu mismo de esta empresa indica que su comercio nunca será «justo», sino que cualquier intento que haga en este sentido será simplemente una tapadera de sus miserias habituales.
El caso de Nestlé es parecido. Hace poco logró el distintivo del «comercio justo» para su chocolatina Kit Kat debido a sus acuerdos con el campesinado del cacao (Costa de Marfil) y azúcar (Belice), algo que le interesa mucho a Nestlé, teniendo en cuenta que vende un billón de Kit Kats cada año sólo en Inglaterra. Pero el historial de Nestlé dificulta su encaje en el concepto de «justo» y, una vez más, parece que juega con el término en algunas operaciones comerciales para así tapar enormes injusticias en otras.
¿A por qué concepto irán ahora? Por si acaso, y anticipándonos... señores y señoras de los poderes económicos, hagan lo que hagan, nunca harán un acto de soberanía alimentaria. Ni lo intenten. La incompatibilidad es total.
Fuente: Gara
miércoles, 28 de abril de 2010
Absorbidos por el poder
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