Por: Rodolfo Arango
La excelente alcaldesa de Bogotá, Clara López Obregón, se ha pronunciado contra el TLC con Estados Unidos.
Su entrada en vigencia pulverizará millares de puestos de trabajo, quebrará a empresas nacionales y entregará ventajas y riquezas nacionales a empresarios y gobiernos extranjeros. Como lo ha demostrado con cifras y serios análisis el senador Jorge Robledo, el TLC tendrá efectos devastadores para la población.
Al conocer la próxima aprobación del Tratado en el Congreso norteamericano, el presidente Juan Manuel Santos expresó que el Tratado redundará en la reducción de la pobreza. Nada dijo sobre las consecuencias del mismo en el empleo, en la competitividad empresarial, en sectores de pequeños agricultores e industriales y en los grupos étnicos, todos sacrificados por el libre comercio entre tan desiguales economías. Rápido salió el oportunista vicepresidente a negar que tales vayan a ser los resultados. Ya veremos en el futuro quién tiene razón y de qué lado está la claridad o el oportunismo en el debate sobre el impacto social y económico del TLC.
Por fortuna, para el debate político nacional existe una propuesta de oposición seria y fundamentada como la del candidato a la Alcaldía de Bogotá Aurelio Suárez. Su programa social para la capital está en franca contradicción con las opciones de política económica neoliberales de la coalición de gobierno. Lo que suceda en la ciudad capital en las próximas elecciones concierne a la política del país en general. Por eso es acertado el enfoque de la campaña amarilla que rechaza la concepción de sociedad y de Estado promovida por el Partido de la U.
La capital concentra a millones de estudiantes universitarios destinatarios de la reforma a la ley de educación superior presentada esta semana por el Gobierno. Se trata de una iniciativa sin una concepción republicana de país, que se excede en propósitos y es mediocre en recursos para la educación, así se diga lo contrario. El propósito ulterior es más el de reforzar la autonomía de las instituciones de educación privada para financiarse por su cuenta.
El ánimo de lucro y privatizador sólo se ha retirado a medias de la reforma, ahora mimetizado en el texto del proyecto luego de la visita del presidente Santos a Chile. En este sentido también es acertada la postura del candidato del Polo al rechazar categóricamente la reforma. La inconformidad de los estudiantes es comprensible y previsible. Ojalá el ejercicio de su libertad de expresión y manifestación no termine coartada por la denuncia gubernamental de infiltración guerrillera en las marchas de estudiantes y trabajadores anunciadas para los próximos días.
Defender principios, por impopular que sea, es la antítesis del oportunismo. Es lo que diferencia a Clara de Angelino, a Aurelio de Petro, a Carlos Gaviria de Álvaro Uribe. Marcar las diferencias ideológicas dentro del espacio público democrático ha sido la apuesta de la oposición en Colombia desde la creación del PDA. Poco importan las cifras en las encuestas a la hora del voto. Ellas reflejan una realidad actual, mientras la política se hace de cara al futuro.
El fortalecimiento de las opciones políticas que ofrecen partidos ideológicamente definidos es una necesidad imperiosa para el fortalecimiento de la democracia. El electorado se merece claras y diversas opciones de gobierno y de proyecto político. No el voto útil, sino el voto basado en principios, debe primar en la escogencia de candidatos a cargos públicos.
Fuente: El Espectador